LA RAIZ DEL AMOR Y EL SILENCIO
¿Qué es la opinión sino el sentido que le damos a lo que hemos aprendido?
Al opinar lo hacemos con nuestro “equipaje”, nuestro condicionamiento adquirido, basado en nuestra propia experiencia vital y nuestro aprendizaje, basado en nuestra capacidad de observar y también en la influencia de todo lo que nos han contado, lo que percibimos y escuchamos. La propia opinión no es pues algo global o absoluto… Creemos que es nuestra, pero…
¿Hasta qué punto es personal nuestra opinión? ¿Hasta qué punto nos influye la creencia en las historias que nos cuentan, las que escuchamos de otros y que moldean nuestra personalidad? ¿De alguna manera nos resistimos a abrir el propio potencial, la capacidad de mostrar sin miedo quienes somos realmente? Somos todos y cada uno, únicos e irrepetibles, un mosaico multicolor de una riqueza inimaginable. Qué ideal ser capaces de utilizar esta variedad para enriquecernos los unos a los otros, para desarrollar y desenvolver el Ser que se halla en nuestro interior, de una manera amorosa y gentil.
El amor… ¿Hasta qué punto el amor puede atravesar dimensiones? ¿Traspasar nuestro interior, incluso nuestra propia necesidad de opinar?
Hay momentos de una vida en los que “opinar” deja de ser tan importante. Y lo escribo entre comillas porque siento que existe una diferencia entre expresar y opinar. El “opinar” va frecuentemente asociado con querer tener la razón, la necesidad de apreciación del juicio emitido y del reconocimiento.
Al expandirse la comprensión, nos vamos dando cuenta de que hay muchas formas de ver la realidad, muchas visiones, válidas, acerca de un mismo aspecto. Muchos factores influyen a la hora de formar una opinión, única e irrepetible, para cada persona.
¿Quién es mejor que quien? ¿Cuál de nuestras pequeñas verdades es más correcta? ¿A la hora de juzgar, hemos tenido en cuenta todas las variables y condicionantes que influyen en la opinión de otra persona?...
Cuando ampliamos la mente nos volvemos más tolerantes, ya no queremos tanto imponer nuestra opinión o defender nuestras creencias. Comenzamos, por empatía, a vernos a nosotros mismos reflejados en el otro y en su opinión, en su personal interpretación de la realidad. Nuestra posición es más abierta para escuchar lo que otros pueden decirnos, piezas que ayudaran a componer nuestro preciado puzle en común.
Hay momentos en la vida en que uno desaparece del medio, se vacía de todo condicionamiento, de toda defensa, de toda opinión extremadamente individualizada… y se sumerge en la corriente infinita de la sabiduría que está ahí, disponible para todos.
En la Verdad no caben opiniones.
La Verdad es una y no es relativa, es absoluta.
La Verdad Es, y en ella somos todos. En ella no tenemos necesidad de defendernos unos de otros, ni tratar de convencernos de nuestras mutuas opiniones y su validez.
En la Verdad estamos, por fin, unidos. Y ahí, sumergidos en su torrente infinito e intemporal, podemos ser capaces de observar el mundo en su pluralidad y ver lo que es en realidad, más allá del sueño y la apariencia.
La opinión es pues necesaria, como el tiempo, hasta que deja de serlo.
Cuando despertamos del sueño, cuando nos vamos dando cuenta de que quiénes somos está más allá de toda apariencia, condicionamiento, historia y experiencia personal en este mundo… entonces ya no tan es necesario opinar. En ese momento, intemporal, la Verdad sustituye a cualquier parcial opinión y es el Silencio quien transmite más eficazmente que las palabras.
Hay momentos en la vida en que la necesidad de tener razón se disipa, así como la urgencia por reivindicarla. Surge desde dentro una calmada tibieza, una suavidad de difusa naturaleza que tranquiliza y pacifica el intelecto, y nutre el alma. En esa dimensión, se actúa desde el corazón, desde un estado compasivo de ver a otros como a uno mismo, reflejos de nuestro sentir. En ese espacio no existe el juicio ni el miedo, sino el amor a la diversidad de partículas y células que componen este variado ser de la humanidad que es nuestro organismo.
Amor que va unido a la comprensión.
Antes que perdernos en las ramas de las opiniones y la razón, bucear profundo en la savia, atravesando el tronco, hacia las raíces, en busca del sustento en el Ser que todos somos, anclados en su profundidad y seguridad.
Permanecer ahí… en la raíz del amor y del silencio.
Con amor,
Daya
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THE ROOT OF LOVE AND SILENCE
What is opinion but the meaning that we give to what we have already learned?
When we give our opinion, we do so with our “baggage”, our acquired
conditioning, based on our own life experience and our learning process, based
on our ability to observe, based on what we perceive and hear and also on the
influence of everything we have been told. Thus, one's own opinion is not
something global or absolute… We believe that it is ours, but…
To what extent is our opinion personal? To what extent does belief in the
stories we are told influence us, those we hear from others, and that shape our
personality? Do we somehow resist opening our own potential, the ability to
fearlessly show who we really are? We are each and every one, unique and
unrepeatable, a multicolored mosaic of unimaginable richness. How ideal to be
able to use this variety to enrich each other, to develop and unfold the Self
that is within us, in a loving and gentle way.
Love… To what extent can love cross dimensions? Pierce our interior, even our
own need for an opinion?
There are moments in a life when "giving an opinion" is no longer so
important. And I write it in quotes because I feel that there is a difference
between expressing and giving an opinion. The "opinion" is frequently
associated with wanting to be right, the need for appreciation of the judgment
and recognition.
As understanding expands, we realize that there are many ways of seeing
reality, many valid visions about the same aspect. Many factors influence when
forming an opinion, unique and unrepeatable, for each person.
Who is better than whom? Which of our little truths is more correct? When
judging, have we taken into account all the variables and conditions that
influence the opinion of another person? ...
When we broaden the mind we become more tolerant, we no longer want so much to
impose our opinion or defend our beliefs. We begin, out of empathy, to see
ourselves reflected in the other and in their opinion, in their personal
interpretation of reality. Our position is more open to listen to what others
can tell us, pieces that will help to compose our precious puzzle in common.
There are moments in life when one disappears from the outside world, emptied
of all conditioning, of all defense, of all extremely individualized opinions
... and is immersed in the infinite stream of wisdom that is there, available
to all.
There is no room for opinions in the Truth.
Truth is one and it is not relative, it is absolute.
The Truth Is, and in it we are all. In it we have no need to defend ourselves
from each other, or try to convince ourselves of our mutual opinions and their
validity.
In Truth we are, at last, united. And there, submerged in its infinite and
timeless stream, we may be able to observe the world in its plurality and see
what it really is, beyond dreams and appearances.
Opinion is therefore necessary, like time, until it ceases to be.
When we wake up from the dream, when we realize that who we are is beyond all
appearance, conditioning, history and personal experience in this world ...
then it is no longer necessary to give an opinion. At that time, timeless Truth
replaces any partial opinion and it is Silence which transmits more effectively
than words.
There are moments in life when the need to be right dissipates, as well as the
urge to claim it. A calm warmth arises from within, a softness of diffuse
nature that calms and pacifies the intellect and nourishes the soul. In this
dimension, one acts from the heart, from a compassionate state of seeing others
as oneself, reflections of our feelings. In that space, there is neither
judgment nor fear, but rather love for the diversity of particles and cells
that make up this varied being of humanity that is our organism.
Love… that comes together with understanding.
Rather than lose ourselves in the branches of opinions and reason, dive deep into
the sap, through the trunk, towards the roots, in search of sustenance in the
Being that we all are, anchored in its depth and security.
Stay there ... at the root of love and silence.
Love,
Daya
Wonderful guidance
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